En una habitación llena de desconocidos, Madison Beer encuentra su lugar
Saber que has llegado a un concierto de la cúpula girly pop es sencillo. A medida que me iba acercando al Palacio Vistalegre, comencé a ver a gente con lazos en el cabello. Realmente, ese es el indicador. Para Madison, el color rosa no fue el protagonista: si no vestían con chaquetas de cuero encima de atuendos coloridos y pasteles (fieles a la marca de la propia Beer), iban con conjuntos con los que, a pesar de lo atrevido, la gente se sentía cómoda en su propia piel.
La voz de Madison llegó a mi vida en 2018, en un verano atópico en el que me acomodaba a un continente y cultura nuevas. Poco a poco, ella y yo crecimos de la mano. Madison lanzó Life Support, su álbum debut tan esperado, en el limbo entre la vida pandémica y el “regreso” a lo normal. Dos años después, este pasado septiembre, sacó Silence Between Songs. Este da la sensación de ser la hermana mayor, más fuerte y entera de Life Support, a pesar de la sensibilidad con la que Madison narra sus historias. Con el foco dejando detrás las relaciones tóxicas y el Internet, Beer se concentró en la relación con su padre, escribe una carta a su hermano y batalla contra sus demonios internos.
“Those moments in between the noise is when you’re able to reflect. That’s where these records came from.” Madison Beer en una entrevista con Rolling Stone
Mientras tachaba los días en el calendario para el concierto de la cantautora estadounidense, no podía evitar perder un poco la cabeza por si el espectáculo haría justicia al álbum. No es que sea difícil trasladar las historias que Madison canta de unos audífonos al micrófono, pero sí la producción. A Beer, de hecho, Silence Between Songs le ganó una nominación al Grammy por Mejor Álbum Inmersivo.
Antes del de Madison, he de confesar que no había ido a ningún concierto en el Palacio Vistalegre, pero mientras subía los escalones para entrar a la arena se escuchaba a los teloneros y el suelo temblaba. Entré con el corazón latiéndome fuerte, emocionada por ver qué ponían en el escenario.
El espectáculo de Beer tardó lo mismo en llegar que en irse: una vez acabó Jann (increíble voz, increíble banda, un telonero con muchísimo talento al que los nervios le impedían mirar mucho a la audiencia), sonaron un par de canciones que tras años siguiendo a Madison, sé que puso a propósito. Desde Dancing Queen a Harder, Better, Faster, Stronger, el público pudo asentarse y por si lo habían olvidado, recordar la extensión de los matices de Beer. Con esta corta playlist de “previas”, Madison se permite permanecer fiel a sí misma, sentando sus bases frente a los nervios antes de subir al escenario.
Comenzó Lay All Your Love On Me de ABBA y con la canción, una cuenta regresiva para que Beer se suba al escenario. El reloj iba acompañado de clips inéditos de los últimos vídeos musicales de la estadounidense.
Beer ofrece un vistazo rápido a los episodios de su vida que presenta en Silence Between Songs: en los menos de 90 minutos encima del escenario, Madison hace un repaso por sus momentos más upbeat con Home To Another One, Showed Me (How I Fell In Love With You) de su último disco y Good In Goodbye, un viejo conocido para los fans. Después de un Silence Between Songs que tiene su propio mute challenge (que, apenas tomas consciencia de lo que está pasando, te das cuenta del sentido que tiene y la buena decisión que tomó el equipo al incorporarlo), Beer pasó a la parte más emocional del concierto. Con Tyler Durden (ASP), Envy the Leaves y Homesick (LS) la audiencia se relaja y escucha menos.
Para mí, Madison siempre se ha presentado como una artista que suele tirar más para lo emocional, dando entrevistas en las que explica su proceso escribiendo estas desgarradoras canciones y la producción, con la que espera resaltar las historias. Aun así, los silencios en el de Vistalegre cuando sonó Nothing Matters But You ─mi canción favorita de Beer, mi himno personal─ me tomaron por sorpresa. Y pongo las manos al fuego al decir que a Madison también.
El espectáculo solo estaba respaldado de visuales espaciales, de una naturaleza tirando para la animada o clips de sus vídeos, por lo que desde las gradas ─o cualquier lugar que no sea la primera fila─ era difícil verle la cara a Madison. Igual si te enfocabas, descifrabas sus expresiones.
La actuación contó con otros pequeños detalles que te recordaban que estabas en el hogar de Madison: desde el escenario y con una sonrisa grandísima, Beer repartió rosas a la pista mientras sonaba los últimos acordes de 17, las galácticas luces azules y moradas, el juego de sombras con las que jugaba durante Selfish...
No obstante, no pasan por desapercibidos la rapidez del concierto (aproximadamente comenzó a las 21:15 y a eso de las 22:30 Madison ya se despedía), lo mucho que costaba escucharla y que tardó en entrar en confianza para alcanzar una nota alta (lo consiguió en Sweet Relief) y, algo que yo extrañé respecto al concierto de LS... no puso el pequeño diálogo entre Rick and Morty que añadió en Homesick.
Aun así, para una fan que lleva viendo a Madison crecer desde los diecinueve, es reconfortante verla marcar su camino, atreverse cada vez más dando pequeños pasos y estar tan agradecida. The Spinning Tour parece abrir las puertas a Beer a una carrera prometedora y distinta a las que hemos visto.
Nota de autora: a lo largo del artículo, uso un par de acrónimos. Os dejo lo que significan aquí abajo.
LS: Life Support
ASP: As She Pleases